¿Quién es Casandra y por qué grita?

En la mitología griega Casandra fue hija de los reyes de Troya y sacerdotisa del templo de Apolo con quien pactó, a cambio de un encuentro carnal, la concesión del don de la profecía. Sin embargo, cuando accedió a los arcanos de la adivinación, la sacerdotisa rechazó el amor del dios. Éste, viéndose traicionado, la maldijo escupiéndole en la boca: Casandra seguiría teniendo su don, pero nadie creería jamás en sus pronósticos.

Tiempo después, Casandra previó la caída de Troya y todo por lo que luchaba, pero le fue imposible prevenirlo: tal era la maldición de Apolo. Pese a su anuncio repetido e insistente de la inminente desgracia porvenir, ningún ciudadano ni sus propios padres dieron crédito a sus vaticinios.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Las revoluciones árabes tienen un componente geopolítico: disertación

Nadie pudo prever la revolución árabe que se vive en estos momentos en gran parte del llamado Medio Oriente: Marruecos, Túnez, Libia, Egipto, Siria, Yemen, Bahréin, Irán, etc. Lo dado, dado está y es tarea del científico social tratar de, con una clara idea sobre las teorías y con base a argumentos empíricamente sustentados, predecir el porvenir de la realidad con miras a desarrollar mecanismos que puedan hoy resultar favorecedores mañana en la construcción de un proyecto de comunidad compartido. No hay zona del mundo que reclamen más esta tarea a los internacionalistas -y científicos sociales en general- que el Medio Oriente. Las siguientes líneas están dedicadas analizar si existe un componente geopolítico en las revoluciones árabes y si este es suficiente o no para poder alcanzar la meta de predecir el porvenir con miras a desarrollar un mejor futuro para las sociedades convulsas de la zona.


Las revoluciones árabes tienen un componente geopolítico.


1.      La “Primavera árabe”: una apreciación geopolítica

a)      Los primeros reclamos sociales en contra de un régimen autoritario coincide en tres países en el norte de África: Túnez, Libia y Egipto.

b)      Las demás oxidadas dictaduras de la zona sufrieron un efecto contagio: Siria y Yemen.


c)      Las revoluciones triunfantes que han celebrado elecciones democráticas (Egipto y Túnez) presentan un marcado vuelco hacia los partidos islámicos: símbolos, ritos y mitos de identificación regional.


2.      Una golondrina no hace “´primavera”: matices a las revoluciones árabes

a)      La coincidencia geográfica de los primeros reclamos en contra de un régimen autoritario carece de sustento para enmarcarlas en un antecedente común.

b)      Los tiempos y las formas en las que se dieron los subsecuentes reclamos en contra regímenes autoritarios ponen en tela de juicio la continuidad de un mismo movimiento social.

c)      La represión que durante años se vivió en los países que hoy presentan revoluciones sociales hicieron de liberales, conservadores, demócratas, socialistas e islámicos una misma amalgama de oposición, haciendo que la estructura de algún partido pese más que su contenido.


1|. La “Primavera árabe”: una apreciación geopolítica

Los primeros reclamos sociales en contra de un régimen autoritario coincide en tres países en el norte de África: Túnez, Libia y Egipto.

El 17 de diciembre de 2010, un panadero se inmoló frente al palacio municipal de una localidad provinciana en Túnez agotada su paciencia y rebasada su capacidad de manejar la frustración ante la falta de oportunidades de desarrollo y movilidad social. Ante estos hechos, la sociedad tunecina movilizada rápida y organizadamente logró derrocar al acomodado dictado Ben Alí, después de 30 años de dictadura. Para febrero del año 2011, un mismo acomodado dictador desde hace 30 años pero ahora en Egipto, huía despavorido de un país al que gobernó bajo la regla de nepotismo y corrupción. En marzo de ese mismo año, un grupo de rebeldes armados en Libia confrontaba al excéntrico líder moral de Libia que desde hace más de 40 años gobernaba el país. Podemos encontrar al menos dos elementos comunes que sostienen el componente geopolítico de estas revoluciones. El primero, los tres países son ex colonias de tres potencias europeas: Túnez de Francia, Libia de Italia y Egipto de Inglaterra (de manera indirecta y principalmente administrativa, pero aun así). El elemento de conquista y sometimiento ante poderes extranjeros alineados a intereses ajenos de los nacionales en la génesis misma de cada uno de estos países contribuyen a nuestro segundo elemento: el nacionalismo árabe. La coincidencia cronológica que encontramos en los tiempos en los que los dictadores tenían gobernando nos remite a los movimientos nacionalistas “panarabistas” de mediados del siglo pasado: liderazgos fuertes, reivindicaciones culturales y políticas propias de la región, confrontación con potencias extranjeras, intercambio de libertades sociales por estabilidad política. Gadafi, Ben Ali y Mubarak son parte de la misma generación que recibió las esperanzas de un pueblo indignado y harto de los vaivenes políticos típicos de la época (golpes militares). Si bien ninguno emana de otra cosa que sea mejor a un golpe militar –o incluso de uno mismo-, la coyuntura política y social de la época congracio a los 3 líderes a ser los dirigentes de un proyecto nacional que ahora resultó igualmente agotado.



Las demás oxidadas dictaduras de la zona sufrieron un efecto contagio: Siria y Yemen.

Tanto Siria como Yemen –alejados completamente de la geografía original de las revueltas árabes- experimentan revueltas sociales con similares exigencias al régimen de igual o mayor magnitud que las egipcias, libias o tunecinas. Si bien ambos países comparten el antecedente colonial –bajo la forma de control administrativo, artificial delimitación de las fronteras o ambos- una vez llegadas las revoluciones a estos países las reacciones por parte de los países colindantes han sido distintas. La condena estadounidense en contra del régimen y a favor de las protestas en Yemen así como las recientes sanciones diplomáticas impuestas por la Liga Árabe a Siria refleja que la geografía política tradicional se ha expandido más allá de las fronteras inmediatas de los países convulsionados. Turquía ha impuesto un gravamen del 30% sobre las importaciones sirias a este país. Kuwait ha retirado a su misión diplomática de Siria para manifestar su rechazo a la represión. El reacomodo de piezas en la región habla de la influencia de las revoluciones.

Las revoluciones triunfantes que han celebrado elecciones democráticas (Egipto y Túnez) presentan un marcado vuelco hacia los partidos islámicos.

Las elecciones celebradas hace unos meses en Túnez y hace unos días en Egipto reflejan la clara tendencia de la población liberada hacia  los partidos islámicos. Más allá de entender esto como una confrontación entre un gobierno secular y uno religioso o de pensar que un gobierno religioso tiende a ser más conservador en lo social a que uno secular, esto nos habla de la consolidación de una identidad común alrededor del Islam. Los ritos, símbolos y mitos del Islam son fuente de legitimidad y cohesión social en países que las necesitan urgentemente. Las elecciones son una manera de revelar preferencias de los ciudadanos y encontramos que aquellas plataformas políticas que reivindican al Islam detonan una lealtad social que ningún otro partido tiene. Una vez más se constata que el Islam es un elemento político fuerte enraizado en el imaginario cultural de la región. Una revolución democrática que se nutra de un elemento así tiene un futuro próspero.


  1. Una golondrina no hace “´primavera”: matices a las revoluciones árabes

La coincidencia geográfica de los primeros reclamos en contra de un régimen autoritario carece de sustento para enmarcarlas en un antecedente común.

La colonización francesa asentada en Túnez desarrolló un marco de instituciones distintas a las que se desarrollaron en Libia y Egipto. Es claro que los tres dictadores de estos países estaban oxidados y desgastados después de años en el poder (así lo reveló la facilidad con la que al menos 2 de 3 cayeron debido a las revueltas sociales) pero tampoco podemos limitar y sostener nuestro análisis ahí. Las instituciones de educación tunecina, la industria petrolera libia y la política exterior egipcia eran referentes en la región aún con los dictadores. El proceso de colonización experimentado por los tres países los aglutina como colonias, es cierto, pero no puede establecerse un hilo conductor únicamente a través de este argumento y de esta manera responder a las revueltas con un argumento supuestamente geopolítico, pero que más bien es histórico. La colonización italiana en Libia no logró la trascendencia que logró la administración británica en Egipto o la francesa en Túnez. Cada país caminó a través de un desarrollo nacional distinto, liderado en una coyuntura regional similar pero enmarcada en un contexto particular distinto con personajes e historias particulares distintas (por ejemplo, Gadafi era el líder moral de la revolución “socialista” que el encabezó 40 años atrás por lo que era imposible que el renunciara puesto que no tenía un cargo formal real).

Los tiempos y las formas en las que se dieron los subsecuentes reclamos en contra regímenes autoritarios ponen en tela de juicio la continuidad de un mismo movimiento social.

El rey Saleh en Yemen ha estado ausente gran parte de las revueltas debido a su delicado estado de salud. Esta particularidad lo hace ver a su país convulsionarse pero de la distancia, resguardado en los mejores hospitales de Arabia Saudita acompañado de su familia. Ni Ben Alí, Mubarak o Gadafi pudieron gozar de tal privilegio una vez entrado en conflicto su país. Bashir el Assad utilizó el chantaje emocional del más puro corte fascista en contra de su población argumentando que el enemigo común era Israel y que de dividirse al interior Siria, todos sucumbirían ante él. Túnez es un país relativamente más pequeño. Libia es un país cuyos centros de poder político están focalizados y que además fue intervenido internacionalmente para “proteger la vida de la población civil” atacada por él régimen. En Egipto el ejército dimitió en contra de Mubarak a favor de las protestas. No podemos hacer una generalización geopolítica tomando en cuenta únicamente el elemento geográfico (que todos los países tienen, es decir, están enmarcados en una zona relativamente fácil de delimitar como Medio Oriente), hace falta el elemento político. Ni las revueltas en Siria o en Yemen presentan condiciones o motivaciones similares a las dictaduras derrocadas en el norte de África. Assad era un joven universitario ávido de reformas al principio de su mandato en el año 2000 (el más “fresco” de todos los dictadores). El rey Saleh era un elemento de unidad entre los yemenitas afianzado más que nunca a partir de los conflictos entre la parte norte y sur de su país. Es difícil pensar que en estos momentos se esté desarrollando un movimiento generalizado en continuo que pueda ser explicado únicamente con la geopolítica.

La represión que durante años se vivió en los países que hoy presentan revoluciones sociales hizo de liberales, conservadores, demócratas, socialistas e islámicos una misma amalgama de oposición, haciendo que la estructura de algún partido pese más que su contenido.

Los partidos de oposición más estructurados dentro de toda la gama de partidos de oposición en los países en donde han triunfado las revoluciones son los islámicos. Estos partidos han estado en la clandestinidad desde hace muchas décadas y han tenido que desarrollar tácticas y estrategias efectivas para sobrevivir a tantos años de represión y persecución. Es por eso que surgen victoriosos en las elecciones. Aquí la influencia del Islam en la geografía de la zona queda rezagada a segundo plano debido a una coyuntura política. Prueba de ellos es la influencia política dentro de las revueltas en Túnez y Egipto de los “Hermanos Musulmanes”. En ningún momento se escuchaba en las plazas públicas de Túnez o de Egipto alguna reivindicación religiosa que funcionara como elemento de unidad e integración entre los manifestantes. Uno supondría que debería de haber algo fuerte y simbólico para integrar a una población a rebelarse en contra del régimen político que han tenido desde hace 30 años. Lo hubo, por supuesto y provino del mismo sentimiento de ahogo y represión por parte de toda la oposición, sin importar la posición en el espectro ideológico o político que profesara cualquiera de ellos. Es hasta las elecciones, en donde estos partidos han obtenido una clara preferencia, que resulta que el Islam entra en juego, pero como decíamos anteriormente, en un segundo plano.

  1. Conclusión

Es claro que cada uno de los países está sumergido en un contexto político y social distinto. Esto es aún más evidente en una zona como la de Medio Oriente en donde la necesidad de reconocimiento y fomentar una identidad nacional particular entre los países que conforman esta región del  mundo hace que el abanico de posibilidades del fenómeno social en esta zona sea inmenso. Concluimos por tanto que es imposible encontrar un hilo conductor entre los movimientos sociales si nos empecinamos en revelar la continuidad en las condiciones materiales particulares de cada uno de los países. Tomando en cuenta la particular historia de cada país, es imposible identificar a Túnez con Siria o a Egipto con Yemen. Sin embargo, las revoluciones árabes poseen en el agregado elementos comunes que más que compensan las diferencias particulares que cada país posee logrando así que la apreciación geopolítica de la zona sea una aproximación muy coherente y consistente a lo que está pasando en la región. Reconocemos que es imposible descartar las consideraciones políticas y sociales particulares de los países, por lo que las revoluciones árabes sí contienen un elemento geopolítico de muchos otros que también atraviesan la coyuntura y ofrecen diferentes dimensiones de análisis.

Como elemento fundamental que encontramos en todos los países sumergidos en revueltas sociales está que gracias al libre flujo de ideas a través principalmente del internet, es como una sociedad que había permanecido en la inercia institucional y política por más de 30 años, ahora puede tomar por días plazas principales u organizar una resistencia armada y triunfar. La estabilidad que representaba en otro periodo de tiempo una dictadura políticamente estable pero socialmente represor ha agotado sus beneficios al largo plazo. La organización política de la región (expresada en instituciones como la Liga Árabe) han podido contrarrestar la influencia de la comunidad internacional occidental que, debido a su renuencia de ver una democracia islámica desarrollarse en la región, prefirió convalidar y congraciarse con dictaduras seculares y ahora son motor político y propulsor de cambios profundos en los regímenes de aquellos países que aún no han dado su brazo a torcer (i.e Siria). La necesidad de llenar los vacíos de identidad que una dictadura provoca en una sociedad es un catalizador importante para entender la fuerza e intensidad con la que han despertado estos movimientos. Es una nueva “Nahda” que ha puesto la barra de victorias políticas mínimas indispensables mucho más alto que anteriormente. Tal situación no podría haber prosperado de no ser por la represión generalizada que todos los partidos de oposición habían vivido a lo largo de las décadas que duró la dictadura. Todos se aglutinaron en torno a un frente común que era el de derrocar al régimen, sin dividir o pretender imponer un proyecto político por encima de otro.

Estos 3 elementos mencionados se encuentran de manera generalizada en los países con revueltas sociales. La geopolítica es una luz lo suficientemente clara e intensa como para alumbrar lo oscuro que nos puede parecer las motivaciones y objetivos de los movimientos sociales en Medio Oriente.



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