¿Quién es Casandra y por qué grita?

En la mitología griega Casandra fue hija de los reyes de Troya y sacerdotisa del templo de Apolo con quien pactó, a cambio de un encuentro carnal, la concesión del don de la profecía. Sin embargo, cuando accedió a los arcanos de la adivinación, la sacerdotisa rechazó el amor del dios. Éste, viéndose traicionado, la maldijo escupiéndole en la boca: Casandra seguiría teniendo su don, pero nadie creería jamás en sus pronósticos.

Tiempo después, Casandra previó la caída de Troya y todo por lo que luchaba, pero le fue imposible prevenirlo: tal era la maldición de Apolo. Pese a su anuncio repetido e insistente de la inminente desgracia porvenir, ningún ciudadano ni sus propios padres dieron crédito a sus vaticinios.

miércoles, 16 de enero de 2013

La violencia silenciosa: la colonia Anapra, Tenancingo y Zaachila.


Mientras el debate público nacional se encuentra monopolizado por los partidos políticos con los mismos temas desde hace ya varias semanas, el resto del país (¿si se acuerdan de él, no?) se está cayendo a pedazos. Prueba de ello son los 28 recientes narcobloqueos en Jalisco realizados presuntamente por el Cartel de Jalisco Nueva Generación, así como la emboscada hecha por la Policía Federal a una camioneta con placas diplomáticas (sí, leyó usted bien) en la carretera México-Cuernavaca en donde eran transportados dos funcionarios del gobierno estadounidense (IN-CRE-Í-BLE). Esto sirve de corolario para demostrar como el Estado mexicano se encuentra absolutamente rebasado para reducir la violencia de esta naturaleza, por más que nos diga que todo está bien, que todo está bajo control. Es importante enfatizar que –contrario a lo que el discurso oficial cree- la fortaleza del Estado no se encuentra en la fortaleza de sus instituciones en sí mismas (enfoque represivo de comando y control), sino en la manera en la que éstas implementan y garantizan el pleno goce de los Derechos Humanos que protegen y dignifican la vida de las y los ciudadanos de este país (enfoque integral de seguridad humana)

Si la estrategia del Presidente Calderón tuviera este último enfoque, sería evidente que la violencia en México no es sólo de tipo física (asesinatos y lesiones) o intimidatoria (amenazas y bloqueos), sino que existe una gama mucho más amplia –e igualmente perniciosa- de violencia en el país. Aún más, si este fuera el enfoque de la estrategia de seguridad la necesidad para reorientar la actual estrategia sería aún más apremiante. Resta la pregunta entonces, ¿de qué violencia hablo? La ejemplifico a continuación con tres casos particulares.

En la colonia Napra de Ciudad Juárez, una de las colonias más marginadas de la ciudad, existe una problemática particular. Si bien sabemos que en Ciudad Juárez los asesinatos están a la orden del día, este no es el único tipo de violencia que experimenta la ciudad. Existe una violencia institucional que las secundarias públicas en la colonia Napra viven día con día: la falta de agua potable. Pero, ¿por qué falta el agua potable?

Falta el agua potable porque se busca estrangular a las personas que viven en esa comunidad con el propósito de obligarlas a retirarse por no poder satisfacer la sed de ellos y la de sus hijos y así poder llevar a cabo la supuesta construcción de un complejo recreacional ubicado muy cerca de la frontera con México a soldados estadounidenses que regresan de Afganistán. Los terrenos en donde se construirá el complejo son, según se dice, propiedad de Carlos Slim. ¿Ven mi punto? Un sistema que intercambia prebendas y favores de manera sistemática con el mero afán de lucrar por encima de la necesidad y la carencia de la mayoría, también es generador de violencia. La actual estrategia de seguridad no hace nada para fortalecer al Estado de Derecho en este sentido.

En el municipio de Tenancingo, Tlaxcala habitan alrededor de 11,000 personas.  De una superficie no mayor a los 20 kilómetros cuadrados, el municipio cuenta únicamente con una escuela secundaria. A esta escuela, asisten aproximadamente 3,000 niños y niñas y es atendida por un total de 27 profesores. Ante la pregunta “¿qué quieres ser de grande?”, 94% de los estudiantes de entre 12 y 17 años de esa secundaria contestan que quieren ser padrotes. Esto se remite a otro dato desolador: 8 de cada 10 personas en total están involucradas en el negocio de la trata de personas (sólo se “salva” quien todavía no tiene edad suficiente para ser operativo). Por involucrados me refiero no sólo a ser el padrote, sino también a ser vigilante en la casa de seguridad, capacitador físico para poner en óptimas condiciones físicas a las niñas y jóvenes, a los secuestradores que engatusan a las mujeres con la promesa de un mejor futuro a su lado para terminar siendo ellas explotadas y abusadas sexualmente, etc. En promedio, cada padrote tiene en su poder a 12 mujeres trabajando para él. Cada una de las mujeres (que en la mayoría de los casos todavía son unas niñas) realiza en promedio 40 servicios diarios cobrando alrededor de 60 dólares por servicio. Este negocio, calculando que el dólar cotice en $12.50 pesos deja al día una ganancia total de $360,000 pesos.

Los actos de corrupción (malversación de fondos públicos, tráfico de influencias, etc.) son los que permiten que esta violencia sexual se vuelva una círculo vicioso normalizado en Tenancingo (todos son padrotes porque deja mucho dinero, sólo hay una secundaria con un exceso de demanda que no alcanza a preparar a todos los niños y jóvenes para el mercado laboral, sin educación no hay trabajo y sin trabajo no hay dinero, lo único que deja dinero es ser padrote). Sin inversión pública o privada ¿qué futuro educativo tiene la población con tan limitadas oportunidades de superación? Sin una orientación social del gasto público –contrario al despilfarro privado en la que políticos de todos los niveles incurren-, el futuro de esta comunidad no es esperanzador en lo absoluto.  

En el tiradero municipal de Zaachila, Oaxaca habitan alrededor del mismo aproximadamente 400 familias de entre 4 y 6 miembros cada una. La población económicamente activa del tiradero se dedica a recopilar, dentro de las toneladas y toneladas de basura que llega cada minuto al tiradero, material que pueda ser vendido por kilo (plástico, cartón, cobre, etc.). Un kilo de botellas de PET –el cual significa haber recogido alrededor de unas 300 botellas- se vende en un peso con ochenta centavos cuando mejor está el mercado. Un kilo de cobre –el cual es obtenido quemando el plástico que rodea las secuencias de focos decorativos y es fruto de la recolecta de aproximadamente un año- vale ochenta pesos. Un trabajo duro, pero nada indigno.

Los niños que viven en este inhóspito lugar comentan que no quieren ir a la escuela al cabo de pocos días de haber iniciado los cursos anuales. La razón más frecuente que comentan los niños es que reciben burlas y agresiones al ser señalados como “hijos de pepenadores”. Esta violencia psicológica no tiene alguna orientación psicológica con lo que, aunado al escenario de pobreza extrema en el que viven los niños, sus expectativas de vida se ven reducidas al mínimo. Sin educación y sin servicios básicos de salud, el Estado ha dejado a toda una generación de niños y niñas en el olvido. 

Con estos tres casos pretendo traer luz a donde antes había oscuridad (ya sea porque nadie habla de ellos o porque muchos pretenden ocultarla). El cerco mediático que vivimos en el país no se reduce a la encuesta copeteada de Milenio ni al uso o abuso de spots propagandísticos. El cerco mediático se vive y se siente en estos lugares olvidados por el Estado en donde la carencia de agua potable, la explotación sexual y la depresión son el común denominador en la vida de muchos mexicanos.  No hay un enfoque integral de seguridad humana que busque reducir estos tipos de violencia. La única violencia que existe –según el discurso oficial- es la que mexicanos menos afortunados generan al matar a mexicanos uniformados en ciudades donde hay mucha droga que vender. Al parecer, para el Estado vale más un mexicano uniformado que cualquier otro. Vaya, espero esto cambie. Pronto.  


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