¿Quién es Casandra y por qué grita?

En la mitología griega Casandra fue hija de los reyes de Troya y sacerdotisa del templo de Apolo con quien pactó, a cambio de un encuentro carnal, la concesión del don de la profecía. Sin embargo, cuando accedió a los arcanos de la adivinación, la sacerdotisa rechazó el amor del dios. Éste, viéndose traicionado, la maldijo escupiéndole en la boca: Casandra seguiría teniendo su don, pero nadie creería jamás en sus pronósticos.

Tiempo después, Casandra previó la caída de Troya y todo por lo que luchaba, pero le fue imposible prevenirlo: tal era la maldición de Apolo. Pese a su anuncio repetido e insistente de la inminente desgracia porvenir, ningún ciudadano ni sus propios padres dieron crédito a sus vaticinios.

martes, 25 de junio de 2013

La "estrategia" en las reformas estrategicas en México


El proyecto ilustrado marxista de finales del siglo XIX establecía -a grandes rasgos- que era la forma de producción (esclavista, feudal, capitalista) las que determinaban las relaciones políticas de dominación –la llamada superestructura- produciendo y reproduciendo códigos y significados autorreferenciales a la misma forma de producción. Es decir, la economía –para la escuela de pensamiento que acepta esta premisa- no utiliza herramientas y procedimientos asépticos y neutrales. La economía es política y toma partido. Aceptar este hecho o no forma parte de un específico discurso de poder.
En México nos enfrentamos a un escenario que vuelve relevante este marco teórico para la discusión pública. Más allá de polemizar sobre la distribución de bienes escasos, resulta aún más importante discutir las reglas a partir de las cuáles se distribuyen esos bienes escasos.
La información asimétrica entre actores clave de la economía, la subproducción de bienes públicos, pero sobre todo la informalidad y la evasión fiscal que ésta conlleva son fallas en el sistema de mercado hoy predominante en México. La interrogante clave que debería guiar nuestro pensamiento crítico es “¿por qué las cosas son como son y no de otra manera?”, más aún cuando el statu quo mantiene una sistemática práctica de extracción de recursos a una población cada vez más vulnerable que sólo beneficia a una minúscula y potentada cúpula (como dato, 20 apellidos mexicanos controlan el 8% del PIB cuando la mitad de la PEA no percibe más de 3 salarios mínimos al mes).

Ante esta situación, el gobierno y los principales partidos políticos de México han presentado una reforma laboral, una reforma educativa y recientemente una reforma financiera cuyas aspiraciones dicen ser las de “dinamizar y modernizar” los sectores considerados “estratégicos” de la economía del país. Transformar a México, le dicen los que gobiernan. Podría decirse que es la vieja práctica de hacer (parecer) que todo (lo que no afecta específicos intereses) cambie (a modo y por encimita) para que al final todo siga igual (con pobreza invisible y marginación que llega por “no querer trabajar” decorada con política ficción de pactos, congresos y compromisos por cumplir).


Situaciones  que sirven de ejemplo para ilustrar cómo se pretende alinear la economía a intereses políticos son: permitir o no el ingreso de capital privado (extranjero y nacional) en Petróleos Mexicanos –tal y como lo propuso Enrique Peña en el G8- para “modernizar” pero no desprender al sindicato petrolero que actúa como parásito o dotar de autonomía fiscal a la paraestatal; recortar el gasto público en seguridad social, seguros de desempleo y a madres solteras para “ajustar cuentas” pero no en gasto corriente, como sueldos y prestaciones a funcionarios públicos ni a partidos políticos; o aumentar la base gravable en México al aplicar IVA sobre alimentos y medicinas así como aumentar el porcentaje de dicho impuesto en demás bienes para “recaudar más y mejor” sin implementar el mecanismo de representación mínimo indispensable (reelección con listas abiertas) que asegure su uso democrático y transparente. Lo económico, por lo tanto, se construye como un discurso ideológico alineado a específicos intereses políticos, se hagan explícito o no. Como bien dice el dicho: “Los números no mienten, pero se puede mentir con los números”.

Las anteriores interrogantes pueden ser respondidas únicamente por un grupo de “expertos técnicos” con la capacidad de optimizar funciones de producción o de poder proyectar un crecimiento del PIB que se ajuste a las expectativas de papá-Banco Mundial. Esto se vuelve relevante para el actual momento histórico por el que atraviesa México al tener una reforma energética tocando la puerta (la cual –si pretende ser verdaderamente trascendental- también abrirá el camino para una reforma fiscal) provocando que los partidos de oposición “toquen los tambores de guerra”. Ante esta situación es importante el planteamiento realizado hasta ahora de de-construir el argumento revelando los intereses a los que –explícita o implícitamente- se pretende alinear el discurso económico.  Las respuestas deben elaborarse a partir del modelo de país que esperamos obtener. Ese país debe ser uno en el que todos estemos capacitados para ejercer en igualdad de condiciones nuestros derechos y alcanzar el proyecto de vida que queramos con plena libertad. De otra manera, lo único que estaremos haciendo será -a propósito de la copa Confederaciones- jugando como nunca, pero perdiendo como siempre.