¿Quién es Casandra y por qué grita?
En la mitología griega Casandra fue hija de los reyes de Troya y sacerdotisa del templo de Apolo con quien pactó, a cambio de un encuentro carnal, la concesión del don de la profecía. Sin embargo, cuando accedió a los arcanos de la adivinación, la sacerdotisa rechazó el amor del dios. Éste, viéndose traicionado, la maldijo escupiéndole en la boca: Casandra seguiría teniendo su don, pero nadie creería jamás en sus pronósticos.
Tiempo después, Casandra previó la caída de Troya y todo por lo que luchaba, pero le fue imposible prevenirlo: tal era la maldición de Apolo. Pese a su anuncio repetido e insistente de la inminente desgracia porvenir, ningún ciudadano ni sus propios padres dieron crédito a sus vaticinios.
sábado, 11 de agosto de 2012
El agua no se tira
ARTÍCULO PUBLICADO EN LA SECCIÓN "COLUMNA INVITADA" DE ANIMAL POLÍTICO EL DÍA 10 DE AGOSTO DE 2012 (http://www.animalpolitico.com/blogueros-blog-invitado/2012/08/10/el-agua-no-se-tira/)
Al padre Alejandro Solalinde no
lo conozco personalmente. Lo que sé de él, lo sé por lo que sus más estrechos
colaboradores en el albergue de “Hermanos en el Camino” en Ixtepec, Oaxaca
dicen de él. Fuerza y luz. Trabajo y perseverancia. Ahí estuve en junio pasado.
La realidad ahí me resultó desbordante. Por más que sepas lo terrible que es
una situación y por más que intentes prever racionalmente a lo que te
enfrentarás, al final nunca estás lo suficientemente preparado.
El albergue está ubicado al final
de un sinuoso camino de terracería a unos 100 metros de las vías del tren por
donde “La Bestia” afamada. En el albergue hay capacidad para albergar a 200
personas cómodamente ubicadas en una cama. Cuando visité el lugar, el albergue
esperaba a más de 500 migrantes que llegarían por la noche al estar el tren
descarrilado y fuera de servicio. En el piso del área que funciona como su
comedor principal y en el área de descanso que existe justo en la entrada del
albergue y con sólo un pedazo de cartón para evitar el frío del desnudo
concreto, duermen más de 300 migrantes. Eso sí, habiendo comido tres veces al
día y dentro de un cercado que los protege de estar afuera en la intemperie a
la merced de secuestradores, delincuentes y asesinos.
La labor del padre Solalinde es
de tal trascendencia que me parece inconcebible como puede él estar tan solo,
tan desacompañado y tan encumbrado socialmente por las élites que, si bien
reconocen su trabajo, no hacen nada para apoyarlo. Porque la diferencia entre
justificar y entender está en si se siente o no las motivaciones de quien, como
el padre Solalinde, está dedicado a salvar vidas. La sociedad civil que
necesita este país para poder salir del profundo agujero en el que los viejos
(y no tan viejos) políticos y engendros empresariales de actividad mafiosa han
metido al país, no es la sociedad civil de cocktail
reunida en lujosos hoteles de la
Ciudad de México ni tampoco aquella que se eleva 51 pisos de la realidad del
mexicano de a pie para, desde su torre de marfil, diagnosticar todo lo mal que
está en el país y señalar, con el dedo flamígero de su indignación, la urgencia
de “reformas estructurales” ((léase “Aristocracia Civil: ¿voceros de la ciudadanía?” en http://antonioattolini.blogspot.mx/2011/02/la-aristocracia-civil-voceros-de-la.html )
El camino está en articular una red de sociedad civil organizada dedicada a salvar vidas. Una que busque empezar a
generar trabajo de base, social y humano en todo el territorio nacional abajo y
del lado de la gente y de sus problemas. El albergue de “Hermanos en el Camino” no es
únicamente una parcela de cielo en medio de tanta desolación y brutalidad, sino
que también es uno de los más de 30 albergues que han sido establecidos por
todo el territorio nacional y que están dedicados al monitoreo y vigilancia de
todos los migrantes que llegan de Centroamérica con el propósito de saber si
llegan con vida o no a la frontera norte.
Esta sociedad en red lo que busca al final es poder informar a los
familiares en dónde se encuentran sus padres, esposos o hermanos (y madres,
esposas y hermanas también, porque la migración es un fenómeno que no distingue
género), y no el de generar un reporte o diagnóstico somero de la situación de
los migrantes en el país para después
venderlo a alguna instancia gubernamental o (incluso) no gubernamental lucrando
con un conocimiento que está lejos de ser transformador.
En este país se violan sistemáticamente 44 de los 58 derechos humanos
consagrados en los distintos Tratados Internacionales. México tiene reputación
de ser uno de los primeros países en
firmar y ratificar dichos tratados. Esa rapidez, sin embargo, es inversamente
proporcional a la dedicación y seriedad que le impone el gobierno mexicano para
implementar y verificar que en la práctica sí exista un pleno goce de esos
derechos. Las Convenciones Internacionales con probada efectividad son
consideradas como irrelevantes y sirven sólo como adorno (léase “Las
Convenciones Olvidadas: Palermo y Mérida” en http://antonioattolini.blogspot.mx/2011/04/las-convenciones-olvidadas-palermo-y.html). Los
vacios de poder que hoy ha dejado el Estado mexicano, ha sido rellenado en su
mayoría por el crimen organizado con todo el dolor, la barbarie y la tragedia
que eso le ha traído al país.
Sin embargo, existe esperanza. Ante esos vacíos de poder, la sociedad civil también
puede (y debe) llenarlos con trabajo
de base en serio. Más allá de buscar señalar al obispo de Tehuantepec,
Oscar Armando Campos Contreras, de decidir “adscribir” al padre Solalinde a las
labores de una parroquia, mi objetivo es revelar cómo un grupo de valientes
hombre y mujeres lucha día a día en contra de un sinfín de peligros en su
búsqueda por ofrecer esperanza a quienes ya no la encontraron en su país de
origen. Están solos. Ni la autoridad
municipal, ni la estatal y ya qué decir de la federal, ofrecen el apoyo al
padre Solalinde quien, por si fuera poco, recibe amenazas de muerte por su
labor humanitaria como una cosa de todos los días.
Este es el tipo de trabajo con el que debemos comprometernos
para sacar adelante. Una agenda social
que nutra al debate y que tenga como sus principales aliados a la gente, no a
los políticos ni los reflectores. Una vez trabajada esa agenda social, ahora
sí, emprendamos la lucha política en la que dejaremos sangre, sudor y lágrimas
en nombre de aquellos que en este país han Creado Patria y (en algunos casos) perdido la vida en el intento.
Con un panorama tan desolador, hay que reconocer que
frente a nosotros no tenemos un espejismo, sino un verdadero oasis de
esperanza. Este es el tipo de capital social que debemos potencializar para
sacar adelante al país. La sociedad civil trabajando en red, operando para
ofrecer protección y logística para la generación de una agenda social, es la
solución que países como Italia y Colombia han utilizado para enfrentar sus
problemas. Ante tal panorama, sólo queda caminar por el desierto sabiendo que
oasis tales como los del padre Solalinde son una realidad (olvidada). Y caminando
por el desierto sólo hay una regla que vale: el agua no se tira.
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Cuando alguien sostiene firmemente la denuncia contra instituciones, empresarios, funcionarios, políticos y demás personajes del imperio de la riqueza y la corrupción, es común que no te tiendan la mano cuando lo necesitas o te asesinen. Denuncies o no, tienes ésos destinos.
ResponderEliminarÉl ha denunciado públicamente los actos de corrupción de ciertos personajes y no ha sido la excepción para quienes anteponen "intereses personales" antes de ayudar.
Solalinde es uno de los pocos representantes de la iglesia (ahora activista católico) que en verdad demuestra virtudes teologales como la caridad. A pesar de mi agnosticismo me solidarizo con él.
La vida y activismo de este hombre no es en vano pues pareciera que rinde homenaje a aquella frase de la Madre Teresa de Calcuta "Si no se vive para los demás, la vida carece de sentido". Él vive para los demás y con sentido. Es todo un ejemplo para esa sociedad que queremos Antonio.
No cabe duda que tiene claro que más allá de la eucaristía, la iglesia católica tiene un compromiso con los más vulnerables, en este caso, son los miles de inmigrantes que para llegar a Estados Unidos tienen que cruzar el infierno de nuestro páis.
Antonio, también es muy claro que esta desolación es el conflicto de la jerarquía mexicana ligada al PRI, pues lo realmente peor está por venir.
Tan claro como el agua..."el agua no se tira",muy buen artículo.
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