¿Quién es Casandra y por qué grita?

En la mitología griega Casandra fue hija de los reyes de Troya y sacerdotisa del templo de Apolo con quien pactó, a cambio de un encuentro carnal, la concesión del don de la profecía. Sin embargo, cuando accedió a los arcanos de la adivinación, la sacerdotisa rechazó el amor del dios. Éste, viéndose traicionado, la maldijo escupiéndole en la boca: Casandra seguiría teniendo su don, pero nadie creería jamás en sus pronósticos.

Tiempo después, Casandra previó la caída de Troya y todo por lo que luchaba, pero le fue imposible prevenirlo: tal era la maldición de Apolo. Pese a su anuncio repetido e insistente de la inminente desgracia porvenir, ningún ciudadano ni sus propios padres dieron crédito a sus vaticinios.

lunes, 11 de julio de 2011

Hablemos de la reelección

Hablemos de la reelección. Hoy por hoy se discute una reforma política que –al parecer- tiene muy entusiasmados a muchos sectores de la población (siendo estos a los que todavía les importa el rumbo de México). Esta reforma política –conocida también como La Reforma Política (con sus mayúsculas condecoradas)- se promueve de manera muy didáctica: existen 4 puntos que son los más rescatables del proyecto y de los cuales la sociedad civil está muy entusiasmada por que se aprueben. Estos cuatro puntos son: las candidaturas independientes, la iniciativa ciudadana, las consultas populares y la reelección. 
No son los fines de este ejercicio de opinión abordar los otros tres puntos que conforman la Reforma Política por lo tanto, no lo haré. Concentrándonos en el punto que permitiría la reelección a legisladores federales y alcaldes municipales quiero traer a colación una analogía muy común que se hace sobre la reelección y del valor intrínseco que esta posee. Utilizaré la misma analogía para demostrar que el razonamiento utilizado para sustentar la reelección esa lleno de fuertes saltos lógicos y suposiciones que nada nos aseguran un reflejo fiel en la realidad una vez aplicadas.

“La reelección como escuela primaria.”

Se dice –y por se dice me refiero al presidente de “Reelige o Castiga”- que los legisladores federales y los alcaldes municipales pueden ser pensados como niños que van a la escuela. A falta de un “mecanismo de control”, estos niños pueden no ir a la escuela (supongo que se refiere a las faltas reiteradas de los legisladores a las sesiones ordinarias del Congreso), no hacen sus tareas (sigo suponiendo que se refiere a la labor legislativa la cual implica la presentación de iniciativas de ley o el trabajo comunitario en los distritos o municipios de cada funcionario), no hacen ningún examen (continuo suponiendo que se refiere a que no existe un sistema de rendición de cuentas que transparente las acciones del funcionario y haga prevalecer los intereses de la ciudadanía por encima que el de algún particular) y al final, pasan de grado (termino las suposiciones argumentando que puede referirse al hecho de que el funcionario continua una carrera política una vez terminado su mandato, sin importar el resultado de su gestión). Esta escuela primaria resolvería todos estos problemas si existiera un “mecanismo de control” que “premiara o castigara” al funcionario dependiendo de la labor realizada para así poder vivir en una democracia mucho más representativa. Esto quiere decir que el funcionario tendrá ahora mayores incentivos a congraciarse con su electorado para que este, a su vez, lo reelijan en el puesto que ostenta y pueda seguir ocupando el cargo. Fin de la analogía. Inicia deconstrucción: 3…2…1…

Lo que la reelección “verdaderamente” es (uso comillas para enfatizar que esta verdad de la que hablo es sólo mi opinión).

La fuerza lógica de la reelección es implacable. El problema es que no veo cómo se puede pasar de esta abstracción lógica a una aplicación práctica efectiva. Me explico. Pensemos en la escuela primaria descrita anteriormente pero ahora incorporando a su sistema la reelección. Los alumnos de esa escuela (refiriéndome a los funcionarios públicos en cuestión) seguirán sin ir a la escuela, seguirán sin hacer sus tareas, seguirán sin tener exámenes y al final, pasarán de grado. ¿Es lo mismo, no? Explico.
Un legislador dentro del esquema que plantea la reelección tendrá dos opciones a las que se enfrentará: congraciarse con su partido o congraciarse con su electorado. ¿Qué pasa si decide congraciarse con su partido? El funcionario hará todo lo que su partido diga, haga, mande, dictamine y “marque línea” para hacer dentro de los años que dure su gestión y si bien no recibirá el “premio” (haré mención al porqué del uso de las comillas, más adelante) del electorado y no lo reelegirá otro término para el puesto que ostentaba. Lo que queda es que el funcionario recibirá la recompensa –que de por si existe- por parte de su partido y pasará a ser senador, presidente municipal, jefe delegacional o escalara en la jerarquía administrativa dentro del partido. La reelección falla en crear incentivos para que el funcionario sea más responsable a las necesidades de su electorado.

¿Qué pasa si el funcionario decide congraciarse con electorado? El funcionario hará todo lo posible para que su electorado esté satisfecho y realmente buscará generar un cambio social radical en las estructuras de su… No, a ver, un momento… El funcionario seguirá sin presentarse, seguirá sin generar trabajo legislativo, no será evaluado y al final puede que pase o no de grado: si lo hace, tendrá otro término para hacer lo mismo; si no lo hace, ya el partido sabrá dónde ubicarlo. Es claro que estoy haciendo una suposición –nada exagerada- sobre el rendimiento de las personas que son funcionarios públicos pensando que no harán el trabajo que por ley están mandados hacer. Quiero recordar al lector que estamos hablando exclusivamente sobre la reelección así que lo que pretendemos revelar aquí es que la reelección no posee incentivos claros y distintos para que los dos actores dentro de este juego (funcionario y electorado) modifiquen su comportamiento y lo alineen a lo que una democracia representativa exige. 

El legislador no está siendo realmente castigado, sólo se le está privando de un premio lo cual no es castigo realmente. Si el funcionario es bueno, entonces el electorado decidirá reelegirlo para que ocupe el mismo cargo un periodo más, pero (y esto es lo más importante), si el funcionario en cuestión fue un desatendido con la realidad social de su electorado y además malversó una cantidad de fondos hacia campañas políticas, negocios particulares y a su despilfarrada vida de excesos y vicios el electorado sólo podrá esperar a el día de la elección para no votar por el y dejar que se vaya con las atrocidades en su espalda. ¿Qué importa? Al cabo, existen otros mecanismos de recompensa que le ofrecen al funcionario una oportunidad de seguir haciendo carrera política: las recompensas al interior del partido.

El electorado no esté interesado en participar en los procesos políticos al nivel que se supone lo hará una vez que la reelección sea implementada. Con sólo ver los índices de abstencionismo en las recientes elecciones del Estado de México, Coahuila y Nayarita; con sólo ver los resultados y la cobertura mediática que el voto nulo obtuvo en las elecciones del 2009; y con sólo ver los niveles de confianza que se tiene en los diputados, senadores y el Congreso de la Unión es difícil pensar que el electorado de verdad “ejercerá un mecanismo de control a través de su voto”. Aunado a eso, esta que los incentivos a alinearse al comportamiento de un verdadero demócrata por parte de los funcionarios realmente no se ve modificado por el mecanismo de la reelección sino por una mera elección personal en donde el bagaje personal de cada uno determinará el camino a seguir. Seguimos echando la moneda al aire.

Si te alineas, serás reelecto. Si eres corrupto, no serás reelecto. El castigo está en no dar un premio, lo que es lo mismo a no dar un castigo en lo absoluto.

Repito, si bien la fuerza lógica de la reelección es implacable, no estoy seguro (mi posición es la de un escéptico racional) de la traducción a un efecto material eficiente y eficaz.

Esta es una importante reflexión sobre un tema que al parecer ha encontrado un singular consenso entre la academia y los sectores sociales involucrados en esta lucha, pero me parece que simplemente se utilizan argumentos comparativistas como el de: “somos el único país del mundo que prohíbe la reelección y las candidaturas independientes de manera simultánea”, “sólo Costa Rica y México prohíben la reelección legislativa”. Bueno sí, y Costa Rica tampoco tiene ejército. Es decir, los argumentos han perdido el fondo del debate (cómo crear leyes que posean dentro de su misma normativa incentivos cabales a su cumplimiento efectivo y eficaz para verdaderamente poder regular el comportamiento humano hacia los ideales esperados) para introducir elementos que hacen del tema vistoso, “flashy” y coyuntural.

No. México merece innovación y propuesta, pero eso es harina de otro costal… o tema de mi próxima entrada.
AA.

4 comentarios:

  1. Pues sí, estoy de acuerdo en que la reelección premia pero no castiga, por lo tanto, partiendo del triste pero comprobada premisa que nos dice que nuestros representantes NO van a trabajar, pues no, no es la solución total, sin embargo pienso que ya tenemos el premio, hay que imponer el castigo y se deben cocer aparte. No estoy de acuerdo en que la reelección no resuelve el problema, más bien pienso que medio lo resuelve, ya saben el vaso medio lleno o medio vacío, y yo lo veo medio lleno eee!

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  2. Se me hace poco sensato suponer que un legislador que se haya jactado de ser un pillo durante su administración, vaya a "pasar de grado" sin recibir castigo alguno y es que, aunque puede sonar muy guajira la idea, recordemos que los partidos se sostienen gracias al pueblo, y un partido que tenga el valor de conservar en sus filas a un incompetente comprobado carecería del apoyo del mismo. Hemos presenciado numerosas veces como el pueblo ha castigado a aquellos partidos que conservaron a pillos en sus filas simplemente retirando su voto en las elecciones próximas inmediatas, ésto no tendría por qué cambiar con la reelección, éstos tipos quedarían, en teoría, sin la posibilidad de ser escogidos para ningún otro cargo de elección popular así como para ningún otro dentro de la política, o ,al menos, con menos credenciales ante el partido para quedar como candidato en comparación con otro que si haya hecho su trabajo. La reelección no puede ser tomada como la cima de la montaña, pero sí como el camino hacia ella, cima que quizás nunca alcancemos del todo, sin embargo sería mediocre quedarnos sólo contemplándola.

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  3. Firmas como la de Gossip Girl.

    Lo que pienso es que si el PRI gana la elección presidencial de 2012 y la mayoría en las cámaras; la Reforma Ciudadana va a servir para eso exactamente que tú planteas, y únicamente va a venir a darle más poder.

    También veo distante una realidad mediante la cual el ciudadano pueda castigar con el voto, en una sociedad que no vota.

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  4. Con todo respeto, creo que incurre en saltos lógicos más grandes quien supone que, con reelección se repetirán problemas que se dan hoy sin ésta.

    Más allá de que la reelección sea una "escuela" para represntantes, la reelección implica empoderar al ciuadano para que pueda evaluar al legislador o autoridad municipal. Gracias a eso puede reelegir o retirar. ¿Se va a equivocar el ciudadano con sus elecciones? Definitivamente: como pasa en todas las democracias. Pero negarle ese derecho es dejarlo en la infancia política.

    Algunos de los argumentos aquí expuestos puede leerse al oprimir la presente liga. Espero sean de interés: http://www.gurupolitico.com/2011/06/libro-para-que-se-queden-los-que-sirven.html

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