¿Quién es Casandra y por qué grita?
En la mitología griega Casandra fue hija de los reyes de Troya y sacerdotisa del templo de Apolo con quien pactó, a cambio de un encuentro carnal, la concesión del don de la profecía. Sin embargo, cuando accedió a los arcanos de la adivinación, la sacerdotisa rechazó el amor del dios. Éste, viéndose traicionado, la maldijo escupiéndole en la boca: Casandra seguiría teniendo su don, pero nadie creería jamás en sus pronósticos.
Tiempo después, Casandra previó la caída de Troya y todo por lo que luchaba, pero le fue imposible prevenirlo: tal era la maldición de Apolo. Pese a su anuncio repetido e insistente de la inminente desgracia porvenir, ningún ciudadano ni sus propios padres dieron crédito a sus vaticinios.
domingo, 20 de enero de 2013
Para ser oposición, hace falta imaginación
Hagamos rápidamente un repaso
general del escenario político de México en estos momentos. Tenemos a un
presidente constitucional (las minúsculas son intencionales) que, en su último
informe de gobierno, fue incapaz de hacer autocrítica de cualquier tipo. Los
logros alcanzados por esta administración se dan gracias a su valentía, coraje
y determinación, virtudes de todo gran estadista. Los dos ases bajo la manga de Calderón y con los que articuló un discurso
de más de una hora y media de pavoneo y autocomplacencia son: la estrategia en
contra de la delincuencia organizada y la cobertura universal de salud.
6 años después, y pese a las
múltiples críticas que se han hecho a lo largo de estos 6 años (remito a las
realizadas sistemáticamente por el Dr. Edgardo Buscaglia), resulta claro que la
política pública de seguridad tiene de estratégica lo mismo que tiene Genaro
García Luna probabilidades de ser galardonado con la medalla Belisario
Domínguez al mérito cívico. Nada.
6 años después, y pese a los
millones de pesos gastados en programas de comunicación social, el seguro
popular ha alcanzado la cobertura universal importando esto último muy poco si
de lo que verdaderamente importa es la calidad del servicio. En este país los
hospitales privados parecen hoteles de 5 estrellas en donde lo primero que se
le pide a un paciente no es el historial médico, sino la tarjeta de crédito y
una referencia que funcione como aval. Mientras tanto, los hospitales públicos
se encuentran rebasados en su capacidad técnica y material para atender a todos
los recientemente ingresados al seguro popular.
Ahora bien, tenemos a un
presidente electo (las minúsculas se mantienen) que es incapaz de incorporar a
su discurso –dejemos ya pensar que lo pueda incorporar a su agenda política- la
más mínima humildad con respecto al país que recibirá en unos meses. El país,
para el señor Pena (no tengo ñ en mi teclado), es uno que esperaba con ansias
el “cambio verdadero” y que, con base a compromisos de palabra, será él y el
PRI los que hagan que de una vez por todas México cambie. Merolico tieso y
retóricamente muy oxidado, el señor Pena, da la impresión de estar en un juego
de simulación en el que participan el pueblo mexicano y su equipo de transición.
El primero que se ría después de que se digan todos los discursos, todas las
promesas y todas las innovadoras perspectivas de país, pierde. Si para esas
estamos, yo ya perdí hace mucho tiempo.
Y luego, entre estos dos polos se
encuentra el área de oportunidad que tiene “La
Oposición” (mayúsculas condecoradas) para hacerle frente a los actos de
corrupción, a las políticas de saqueo y engaño, al abuso del poder y a la
discriminación de las minorías por parte de los tradicionales (y hasta ahora,
intocables) potentados del país. “La
Oposición” no puede quedarse únicamente en el plano electoral (aquí hago
alusión directa al señor López Obrador quien ahora piensa –¡para la sorpresa de
todos!- crear un partido política con MoReNa). Y me detengo un poco en este
asunto. ¿Por qué crear otro partido? De verdad, ¿por qué seguir burocratizando
el sistema electoral mexicano? El problema no es la falta de pluralidad, sino
la ausencia de mecanismos que transparenten el financiamiento, su distribución
y el gasto de los partidos políticos. El problema es que en este país el voto
no vale nada en términos de representación política y ahora se cree que si hay
otra etiqueta por la cual votar, ¿éste sí tendrá, dejando todo igual, de la
nada el valor que se le ha negado por décadas? El pueblo de México sigue
estando a la merced de las negociaciones “en lo oscurito” de los caciques partidistas que eligen por
quién se podrá votar en cada proceso ya sea municipal, electoral o federal. El
liderazgo moral de Andrés Manuel está muy por encima de la creación y
articulación de un partido político, sin embargo, el opta por esta vía.
“La Oposición” debe trascender el plano electoral y eliminar las
coordenadas tradicionales de lucha para empezar a crear, imaginar y responder a
la esperanza que millones tienen que este país sí puede cambiar. Si bien las
elecciones son una condición necesaria para establecer un régimen democrático,
éstas son una condición lejos de ser suficiente para garantizar una vida digna
y de calidad a los ciudadanos. “La
Oposición” tiene que diversificarse e incorporarse en todos los ámbitos de
la vida nacional, porque será con esa perspectiva como podremos verdaderamente
empezar a trabajar para sacar a este país adelante. No es la gran metrópoli la
que sufre, son los pequeños pueblos y comunidades aisladas de todo servicio
básico de salud, vivienda, educación y trabajo. Brasil lo está haciendo en este
mismo momento al llevar a cabo maxiprocesos
en contra de actos de corrupción de políticos y funcionarios del más alto
nivel, todo con una apertura amplísima a la opinión pública.
“La Oposición”, elemento
tan sano y tan necesario en cualquier orden democrático pleno, está para
realizar una tarea común, no para negociar ventajas particulares, sino para
buscarlas en la ventaja común. Debemos excluir de nuestra conversación todo
sentimiento particularista que termine por excluir a una persona, grupo o
ideologías por el simple hecho de no coincidir una con la otra. Es fetichizar a
la oposición juzgar a una lucha política con la vara propia de otra. No todos
somos partidos políticos, no todos somos asociaciones civiles, no todos somos
estudiantes, no todos estamos de acuerdo en las mismas cosas… ¡y eso está bien!
La ideología que cercena, corta y disecciona a los individuos a pensar de una
única manera es lo que impide el sano progreso de la imaginación humana. Pensar
que existen cotos de poder que deben respetarse y que por algún tipo de
principio de autoridad una forma de articulación política tiene mayor peso que
otra, es retrógrada y totalmente autoritario.
En conclusión, con un presidente
constitucional a quien le quedo grande la casaca militar, a otro electo a quien
la constitución se le hizo cosa menor y a uno legítimo a quien le queda poca
imaginación para construir un nuevo formato de oposición, la respuesta queda en
el aire. Hace falta imaginación.
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