¿Quién es Casandra y por qué grita?
En la mitología griega Casandra fue hija de los reyes de Troya y sacerdotisa del templo de Apolo con quien pactó, a cambio de un encuentro carnal, la concesión del don de la profecía. Sin embargo, cuando accedió a los arcanos de la adivinación, la sacerdotisa rechazó el amor del dios. Éste, viéndose traicionado, la maldijo escupiéndole en la boca: Casandra seguiría teniendo su don, pero nadie creería jamás en sus pronósticos.
Tiempo después, Casandra previó la caída de Troya y todo por lo que luchaba, pero le fue imposible prevenirlo: tal era la maldición de Apolo. Pese a su anuncio repetido e insistente de la inminente desgracia porvenir, ningún ciudadano ni sus propios padres dieron crédito a sus vaticinios.
domingo, 20 de enero de 2013
Contra las descalificaciones pasionales
“La actitud es
escuchar, que está más allá de oír. Muchas veces oímos muchas cosas, pero
tenemos que tratar de escuchar lo que el otro está queriéndonos decir. Esto es
una actitud fundamental”.
-Paulo Freire
Los seres
humanos tenemos capacidades únicas frente a otros seres vivos en el planeta que
nos permiten alcanzar más y mejores estadios de existencia. Naturalmente uno
pensaría en la racionalidad como una de esas capacidades distintivas entre
animales y seres humanos. Sin embargo, definir a la racionalidad –de manera muy
minimalista- como la capacidad de ordenar nuestros fines y plantear los medios
necesarios para alcanzarlos podría perfectamente incluir a los animales
también. Entonces, ¿qué queda? Uno podría argumentar, sin lugar a dudas, que el
lenguaje es una característica distintiva innegable. Yo argumentaría que el
lenguaje es una condición necesaria –un medio, vaya- para poder realizar
aquella actividad que sí es característica y única de los seres humanos: la
razonabilidad.
La razonabilidad
es la inclinación de los seres humanos a desarrollar y determinar las
directrices para la cooperación social. Esta inclinación se sostiene en la
necesidad que todo ser humano tiene de explicar y justificar su conducta en
términos que no puedan ser rechazados (el principio motivacional de Scanlon)
por nadie. Esto significa que todos pretendemos utilizar una suerte de
“esperanto moral” o una “gramática pública” para explicar nuestras acciones. Esto,
a la larga, termina por consolidar una red de significados, códigos, valores y
juicios morales propios al interior de una sociedad en particular, pero sin
lugar a dudas liberal.
Bueno, ¿y toda
esta teorización para qué? Para señalar que a pesar de existir una aceptación de las
premisas de la sociedad liberal que en el discurso decimos aceptar, en realidad,
detrás de las palabras se esconde una práctica que remite a una forma sutil de
totalitarismo. De hecho, esto es posible debido a que la principal amenaza del
totalitarismo proviene precisamente de su naturaleza quimérica al esconderse
detrás de tantas distintas fachadas como la nacionalsocialista, la fascista, el
estalinismo o, incluso –y como pretendo denunciar en estas líneas- detrás del
liberalismo. Jaspers decía que el totalitarismo era como un germen que se inocula
silenciosamente y toma diferentes formas. En la historia encontramos ejemplos
de esto: así le sucedió a la República de Weimar, así le sucedió al mismo
Vasconcelos.
La razonabilidad
presupone también que ninguna de las partes involucradas pretende imponer una forma
verdad sobre otra(s), ya que entonces los términos de cooperación social serían
parasitarios de una sola forma de verdad (¿Gulags?)
y como podría ser la propia la que termine por imperar, como bien podría ser la
de alguien más. Esta contaminación deriva en algo que, al principio, pregona por la Democracia y la Libertad
(con mayúsculas platónicas), y termina por imponer una visión totalizante
(Hannah Arendt dixit) en donde
solamente su democracia y su forma de libertad (minúsculas
fascistas) son válidas. Pero no sólo eso, la disidencia al interior de estas
coordenadas no solamente es negada, sino que además es considerada contraproducente
y enemiga, y como en la guerra, al enemigo hay que destruirlo. Siguiendo el
argumento, invocar la cooperación social y hacerlo de esta manera, sólo termina
por ser una excusa para levantar un espejo de autoafirmación narcisista y
autocomplaciente entre aquello que piensan, sienten y hablan igual. lógica,
esto se llama la falacia naturalista: hacer a
la aceptación el único criterio de validez, confundiendo la aceptación
con la aceptabilidad; terminar por pensar que porque es deseado significa que es
también deseable.
El liberalismo
debería ser entendido como una forma de comunidad en donde los conflictos no
impidan la cooperación y, de la misma manera, la cooperación no desactive los
desacuerdos. El diálogo no es traición, ni la interlocución significa sumisión.
Un punto de vista similar ofrece Slavoj Žižek en su crítica a la izquierda como
proyecto político. Las coordenadas políticas en las que generalmente se ha encontrado
la izquierda (de resistencia y de oposición) han pasado a ser parte de su propio
código de identidad. Amparados en un discurso ideológico, los de izquierda han
asumido una posición de “mártires”, no sin seguir afirmándose entre ellos
mismos el ser los únicos con un proyecto político “emancipador”, cuando lo que
al final sucede es que terminan por reafirmar el status quo.
Cualquier
parecido con la realidad es precisamente una coincidencia de lo que se ha visto
a lo largo de los últimos meses y años en el escenario político nacional.
Que la
deliberación pública gire alrededor de aquellos principios políticos que
encontremos resulten contradictorios entre sí para que así nosotros mismos, la
ciudadanía, podamos ir asentando pisos de certeza alrededor de aquellos que nos
conduzcan hacia una sociedad más libre
(no haya coacción por parte alguna fuerza ajena), más justa (cada quien haga lo que tiene que hacer y sea responsable por
sus actos) y más próspera (la
mejoría social por parte de los más aventajados debe realizarse de tal manera
que ello represente también una mejoría para los más desaventajados). La buena
educación permite a hombres y mujeres entablar un ejercicio de este tipo y
encontrar un camino común para problemas compartidos. La debilidad mental lleva
al hombre y a la mujer a reaccionar de manera violenta utilizando
descalificaciones pasionales y sin fundamento debido, precisamente, a una
culpable incapacidad de usar la razón.
Estos son mis
argumentos políticos. Espero que entonces la siguiente “carta” que se me
escriba sea confrontando y contrastando estos términos con otros y no solamente
un documento lleno de descalificaciones basadas en prejuicios y presuposiciones
acerca de mi vida personal con la métrica moral de sus propio códigos de vida.
Nadie es dueño de ninguna verdad, nunca. Lo que sí es que es bien racional ser
razonable precisamente porque permite la satisfacción de nuestros proyectos
personales reconociendo en los otros una oportunidad de superación y no un
obstáculo y mucho menos, un enemigo.
“Defendemos el proceso
revolucionario como una acción cultural dialogada constantemente con el acceso
al poder en el esfuerzo serio y profundo de concientización”.
-Paulo Freire
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