¿Quién es Casandra y por qué grita?
En la mitología griega Casandra fue hija de los reyes de Troya y sacerdotisa del templo de Apolo con quien pactó, a cambio de un encuentro carnal, la concesión del don de la profecía. Sin embargo, cuando accedió a los arcanos de la adivinación, la sacerdotisa rechazó el amor del dios. Éste, viéndose traicionado, la maldijo escupiéndole en la boca: Casandra seguiría teniendo su don, pero nadie creería jamás en sus pronósticos.
Tiempo después, Casandra previó la caída de Troya y todo por lo que luchaba, pero le fue imposible prevenirlo: tal era la maldición de Apolo. Pese a su anuncio repetido e insistente de la inminente desgracia porvenir, ningún ciudadano ni sus propios padres dieron crédito a sus vaticinios.
domingo, 20 de enero de 2013
2 de octubre, ¡el movimiento #YoSoy132 no te olvida!
Esta conmemoración de la matanza
del 2 de octubre en Tlatelolco resulta particularmente especial. Por primera
vez en 44 años, México vuelve a experimentar la movilización masiva de
estudiantes universitarios. Existen sentimientos que encuentran un lugar común
en ambos momentos históricos: esperanza
de lograr una verdadera transformación de México; ánimo por encontrarse acompañado de tanta gente que piensa y siente
que otra realidad –más libre, más justa y más próspera- es posible; solidaridad ante los embates del poder
por intentar denostar, callar o permanentemente eliminar nuestra voz y el
pueblo que traemos en ella. 1968 es un año que marcó no sólo la historia de
México, sino la del mundo ya que fue ese espíritu combativo y rebelde el que
animó a la toma de la Sorbona en París o a la liberación de Praga en la, en ese
entonces, Checoslovaquia comunista, por citar dos ejemplos emblemáticos.
Sin embargo, hay muchas
diferencias entre el movimiento estudiantil de 1968 y el actual movimiento
estudiantil de #YoSoy132. Una de las más obvias diferencias es el contexto
nacional por el que estamos atravesando la generación de estudiantes que hoy
estamos luchando por alcanzar la misma democracia auténtica por la que nuestros
compañeros hace 44 años luchaban. Asolados por un escenario de violencias
generalizadas (física, económica, psicológica) los mexicanos nos encontramos en
un momento catártico en donde, ante el
abandono parcial o total del Estado y su responsabilidad de garantizar derechos
de vida y propiedad, es la ley del más fuerte la que prevalece; existe también
una grave crisis humanitaria en materia de desplazamiento interno el cual deja
a pueblos enteros abandonados; existen más de 80 mil personas asesinadas por
violencia relacionada a la delincuencia organizada y no existe un sistema
judicial fuerte y expedito que le de resolución a todos esos casos con apego a
derecho; y por si fuera poco, los y las jóvenes de este país, en su mayoría,
están excluidos de los procesos de toma de decisiones a nivel municipal,
estatal y ya no se diga federal. Es sabido que en algunas comunidades del país
(Tenancingo, Tlaxcala por ejemplo) están marginados, incluso, de los más
básicos bienes y servicios (así como medicinas o educación de calidad).
¿Por qué es relevante hablar del actual
contexto nacional? Porque la siguiente diferencia importante entre el
movimiento de 1968 y el movimiento #YoSoy132 –y en donde reside su mayor
fortaleza- es su cobertura nacional. A diferencia de cualquier otro movimiento
estudiantil, hoy existe en absolutamente todos los Estados de la República
Mexicana, cuando menos, una Asamblea estudiantil #YoSoy132. Esto ha permitido
revelar las diferentes realidades sociales y políticas –congruente con el
reclamo de democratizar los medios- y cómo las viven los y las jóvenes del interior
de la República. Pasamos de un debate monocromático a un caleidoscopio de
realidades que ahora forman parte del debate público nacional.
Hoy 2 de octubre recordamos a los
caídos. Hombres y mujeres que, así como muchos ahora, lucharon porque, como
dice Serrat, “no siempre perdieran los mismos y heredaran los desheredados”.
Esto da pie a otra importante diferencia que hay que hacer notar: aquellos
compañeros terminaron pagando con su vida el reclamo por una democracia auténtica.
Un costo tan elevado que no sé cuántos de nosotros estaríamos dispuestos a
igualar. Y aún si lo estuviéramos, no es necesario poner en una balanza estos
aspectos. Lo importante es honrar su memoria y lograr consolidar el proceso tan
importante que nuestros compañeros abrieron en 1968 y aún no ha terminado por
cerrarse: el fin a la simulación y al cinismo de una clase política divorciada
de la sociedad e indiferente antes sus reclamos.
El 2 de octubre no se olvida. No
se olvida porque no se puede olvidar, pero más importante aún, no se olvida
porque no se debe olvidar.
No se puede porque existen
todavía rastros vivientes de la tragedia, tales como las madres y los padres de
aquellos jóvenes caídos, o los compañeros de lucha que tuvieron más suerte que sus
amigos caídos que hoy siguen recordándolos con dolor y gloria.
No se debe olvidarse porque
aquellos jóvenes que dieron su vida por alcanzar un ideal de democracia que aún
no llega, sirven como inspiración a ésta y a las generaciones venideras (así
como la venido siendo desde hace más de cuatro décadas). Tanto así que no
podemos zafarnos –ni es que queramos- los que ahora estamos movilizados, de ese
espíritu combativo que se vivía en 1968. Esta
rebeldía, inspirada por los arquetipos que cada quien tenga en el fuero
de sus reflexiones individuales, debe asumirse con responsabilidad y valentía,
puesto que ya no estamos para más simulaciones. Ni por parte del poder, ni por
parte de nosotros, la resistencia.
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El 68 mundial, fue la lucha por LA LIBERTAD. Aun la estamos esparando,ya sean, los indignados, los ocupas, el EZLN, etc..Porque el dinero y sus instituciones la tienen presa.
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